martes, 18 de octubre de 2011

Un Cuento del Escritorio de mi Sobrina, Eunice.



Y cuando despertó el dinosaurio todavía estaba allí…. En este momento me doy cuenta de que realmente el dinosaurio sigue aquí, junto a mi, yo solo abro un ojo para darme cuanta de esto tan increíble, no me muevo, ni siquiera me agito ni respiro de forma diferente para que no se de cuenta de que he despertado…no quiero ni que el corazón me palpite porque sería desastroso y quizá me devoraría. Me pregunto ¿Dónde estoy? ¿Cómo llegué hasta aquí? ¿Cuánto tiempo he estado inconsciente? Porque de lo único que recuerdo es de haber saltado desde aquel avión cuando casi pisaba tierra y en el que yo me dirigía a mi continente, América. Al caer, yo fui el único que pudo sobrevivir tan gran impacto y no se ni como es que sobreviví. Iba yo en la parte trasera de la nave, quizá esa fue mi fortuna y me salve por eso. Al despertar y al ver como devoraban a mis compañeros de vuelo caídos esos increíbles animales pensé que era un sueño y fue cuando desmayé por que no recuerdo nada más pero, ¿Por qué no me habrán comido a mi? Siendo yo un joven alto, fornido y manco. No lo se. Ahora tengo mucha hambre y ya debieron pasar muchas horas porque he estado inconsciente por mucho tiempo. Veo que el gran dinosaurio se levanta, ¡¡Oh Dios!! Que enorme es. Parece un edificio de tres pisos en movimiento y su piel es muy parecida a la de un cocodrilo pero gigante, que digo gigante, gigantesco y mas escamuda, tal como los describen en los libros de biología de la primaria pero es tornasol de las escamas de cuello. Brilla de colores radiantes a la luz del sol. ¿A dónde irá? Se mueve y pareciera que se dirige al lado opuesto de donde estoy. Tiene la cabeza del tamaño de un coche y unos dientes que se ven filosos y enormes. Parecen cuchillos afilados pero blancos. De la boca del reptil, babea largos chorros que parecen escarchas de babas. Ahora que se ha alejado aprovecharé para escapar… si es que puedo correr y no me ve. Aunque se ve que se mueve con lentitud, realmente un paso de ese dinosaurio son diez o doce míos. Tendría que correr como si estuviese en una competencia de una gran carrera. Solo mi buena suerte que podría seguir teniendo, me ayudará a salir con vida de ésta fantástica aventura.

El joven se levantó y salió de la cueva que tenía y usaba de guarida. Al salir, se encontró con un mundo de animales extraordinarios, muy raros y quería seguir viéndolos detenidamente pero, tenía que pensar rápido hacia donde ir y buscar algo para comer y sobre todo, ponerse a salvo. Después de mucho caminar sin un rumbo fijo y de encontrarse entre un mundo vegetal rarísimo y nunca visto por él. Vió grandes palmeras, helechos gigantescos que parecían árboles de tan grandes en tamaño. Sus hojas, podrían cubrir el techo de una casa moderna, y tenían un olor perfumado. Algo así como si fueran rosas pero no, eran helechos, verdes y llenos de esporas. Las esporas eran muy grandes. Parecían pacanas y de forma algo ovalada, con su piel brillante, lisa y con manchas negras. Se podían abrir y degustar con facilidad aunque al principio la tuvo que probar con algo de duda y mucha prudencia, porque no sabía si pudieren ser venenosas tales esporas y que efecto tendrían en él. En su vida habría pensado que las esporas fueran alimento pero en ese lugar si, era alimento y era la reproducción de los helechos. Se reproducían esos helechos por medio del agua, llovía a cántaros en esa zona de la tierra. Las esporas tenían un sabor a coco. Si, a los frutos de las palmeras y de esos cocos que crecen en las playas y tenían una textura crujiente que al masticar, se hacía y se sentía en la boca babosa y algo amarga pero con un toque de coco y algo aceitosas. Como si uno se estuviera comiendo un plátano alto. Continúo buscando otros frutos, algunos de los que vió eran de los más raros y de unos colores muy llamativos. Como los frutos de las regiones tropicales del planeta. Vió unas frutas que parecían naranjas pero de color morado. Al abrirlas, le dejaban las manos manchadas de un color café o marrón que no se quitaba al lavarse las mano. Al seguir explorando y algo perdido entre tal vegetación y bosques extraordinarios. Pudo también comer unas frutas que parecían asquerosas a la vista pues eran viscosas pero no olían mal y sabían deliciosas, algo agridulces; eran ovaladas, del tamaño del puño de su mano y con una cáscara semi-dura, lechosa y por dentro estaban llenas de semillas pequeñas a diminutas, brillantes, negrísimas y con muchas características que el las relaciona con las llamadas granadas chinas pero gigantes.

Una vez que quedó satisfecho de comer esa exótica y deliciosa fruta, me encontré con el borde de esa selvática zona y comenzaba una zona muy árida, un desierto. Se divisaba en la lejanía un oasis al cual me dirigí con premura. El calor se sentía muy seco y muy caliente. Me siento ebrio de calor y los ojos me pesan como pesado plomo, camino de lado y la cabeza parece estar tan pesada que caigo y no me detengo. ¿Por qué me siento tan mal? Me pregunto. ¿Por qué tengo tanto sueño y siento que me duermo, despierto? No puede ser, tengo que encontrar refugio antes de que me sienta a descansar…me comerán…las fieras de éstas latitudes.

Tratando de evitarlo el muchacho cae y duerme, pues esa fruta realmente le relajo el sistema nervioso. Algo así como si fuera o tuviera el efecto de un calmante natural. Finalmente pudo relajarse y descansar de tanta aventura.

¿En dónde estoy? –piensa desesperado y abre solo un ojo nervioso por el panorama que percibiría esta ve. ¿Qué? ¿El dinosaurio otra vez aquí? ¿Habrá venido por mí? ¿Habré soñado? ¿Será ésto una pesadilla? Recuerdo que al comer aquella fruta me calló unas de esas negras y brillantes semillas en mi pantalón, se me pegaron con la baba que tenían cubriéndoles. – mira cuidadosamente y cual es su sorpresa… la mancha estaba ahí, realmente se daba cuanta que era la segunda vez que despertaba y no había sido devorado por el majestuoso e impresionante dinosaurio ahí delante de él, maravillado y ya sin tanto miedo a lo que pensó era una fiera.

El dinosaurio que tanto impresionó al joven y que pensó que se trataba de una fiera, se acercó al joven con una ternura que parecía increíble verlo y para él muchacho sentirlo en carne propia. El dinosaurio era un reptil carroñero pero amigable y tierno como un cachorro con los seres vivos. Por ello fue que no se comió ni devoró a nuestro aventurero chico. ¡Qué sorpresa tan increíble! Después de tanto susto y pensar que ese adorable reptil se lo comería, pasó a ser un casi adorable mascota silvestre. Triste fue su realidad porque se dio cuenta pronto, que muy cerca de donde se encontró al dinosaurio, comenzó a reconocer las vistas cercanas a su lugar de origen. Sobre todo, la torre más grande de la ciudad de Guadalajara. La despedida del dinosaurio fue triste. Después de haber pensado que tan fantástico animal se lo devoraría, despertó de la pesadilla en el asiento del avión y casi a punto de aterrizar sano y salvo, en el aeropuerto internacional de la ciudad de Guadalajara.

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