jueves, 10 de mayo de 2012

A mi madre, la mamá más mala del mundo.


Mi madre: Ma del Consuelo González Ramos.

Yo tuve la mamá más mala del mundo. Mientras que los otros niños podían irse a la escuela sin desayunar, yo tenía que beber todo el chocolate con un pan del "Chiquillo". Cuando los demás niños tomaban refrescos gaseosos y dulces para el almuerzo, yo tenía que conformarme con comer siempre comidas nutritivas, en lo posible.

Mi madre insistía en saber todo lo que hacíamos y donde estábamos, parecía que estábamos encarcelados; tenía que saber quiénes eran nuestros amigos. Insistía en que, si decíamos que íbamos a tardar una hora, de hecho tardáramos una hora y no dos.

Me da vergüenza admitirlo, pero hasta rompió la "Ley contra el trabajo de los niños menores", e hizo que barriéramos las calles de los vecinos, laváramos los trastos, tendiéramos nuestras camas, aprendiéramos nuestras tareas de la escuela y hasta que mi hermano se fuera al abasto a la matanza de cabras y muchas cosas más; hasta creo que se quedaba despierta por la noche pensando en las cosas que podría obligarnos a hacer, tan sólo por molestarnos: Que lávate los dientes, lávate las manos, no te estires, cepíllate el cabello, respeta a los mayores, ve a misa, obedece…

Siempre insistía en que dijéramos la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Así, entre tanta crueldad, transcurrió mi infancia. Para cuando llegamos a la adolescencia y fue más sabia, nuestras vidas se hicieron aún más miserables. Nadie podía tocar el claxon para que saliéramos corriendo, nos avergonzaba hasta el extremo de obligar a nuestros amigos a llegar hasta la puerta de la casa para preguntar por nosotros, no podíamos meter a ningún amigo por más bueno que éste fuera.

Pasaron los años y resulta que todos sus hijos somos felices. Hemos sabido superar las dificultades de la vida y desarrollar magníficas relaciones tanto en la familia como en la iglesia y en nuestros trabajos. ¿A quién debemos culpar de nuestra situación actual?

Tienen razón, a nuestra "Mala Madre".

Verán lo que nos hemos perdido: Nada que valga la pena.

Hemos descubierto que nuestra "mala madre" es en realidad la mejor del mundo. Gracias a ella mis hermanos y yo nos hemos propuesto continuar el camino trazado por Jesús: Vivir para servir. Así es el amor. "Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo" (Salmo 41).

Estamos tratando de educar a nuestros hijos como lo hizo nuestra madre. Estoy lleno de orgullo cuando mis pequeñitos sobrinos porque yo no tengo hijos me dicen que soy "malo". Sonrío recordando mis propios arrebatos de cólera y le doy gracias a Dios por haberme dado a la "Mamá más mala del mundo".

Si su madre, mamá Toña Ramos fue tan mala como la mía, 


¿No cree que usted debería expresarle su más profundo agradecimiento?

Mil gracias mamá, por haber sido, la mamá más mala del mundo. 


Te lo agradezco mamá Chelo González Ramos, te quiero y te extraño...siempre.