jueves, 1 de agosto de 2013

El Fauno o Pan, Dios de la Agricultura y el Ganado. Mitología.

El Fauno de Barberini, Gliptoteca de Munich, Alemania.

Hoy un poco de mitología clásica.

El Fauno es una criatura fantástica que se desprende de la mitología romana, se le considera una divinidad por los di indigetes (grupo de dioses adoptados de otras mitologías, dioses indígenas). Se le asocia al semidiós griego Pan, por su similitud física y también es conocido como Lupercus, literalmente el que protege del lobo, pues se dice protege el ganado de los lobos.. Según las leyendas, fábulas y la propia mitología, el Fauno vendría a ser el tercero de los reyes del Lacio, sería hijo de Pico y Marica, nieto de Saturno, y padre de Latino.

Fauno habría sido quien promovió la agricultura y la ganadería, se lo describe como un diestro cazador. El Fauno es muy importante para la historia de la mitología romana a lo que a Lacio se refiere, sobre todo por sus aportes en la agricultura y ganadería citadas. Fauno es considerado el dios de los campos y los pastores, pero no es la única razón de porque se le adoraba, también es considerado una divinidad oracular y profética. También se le consideraba el espíritu de los bosques, el cual tenía poderes proféticos y adivinatorios. Los faunos A pesar que Fauno se refiere a una sola persona, existe la creencia que se referían a más de uno o que existían seres llamados faunos. Estos eran una suerte de hijos de Fauno, es decir criaturas del bosque, la cual eran descritas con cuernos, mitad humano y con patas de cabra, las cuales tenían poderes mágicos referidos a la naturaleza, habitaban en los bosques, eran seres alegres y a la vez caprichosos y se dedicaban a asustar a quienes se internaban en los bosques de su dominio. Se les asociaba con los sátiros, ya por su similitud física. Pero los sátiros a pesar que tenían cuernos y patas de cabra, y los faunos tenían cuernos de cabra y pies humanos, quizá la gran diferencia entre sátiros y faunos, en lo que rasgos físicos se refiera.

Tiene piernas y cuernos de macho cabrío y largas orejas vellosas. Nació en Arcadia y al verlo Mercurio lo envolvió en una piel y se lo llevó al cielo para divertimento de los dioses, a cambio lo hizo inmortal.

En su juventud se enamoró de la ninfa Sírinx, pero esta no le correspondía por su aspecto un tanto satánico. Fauno la perseguía junto al río Ladón, pero cuando iba ya a atraparla, los dioses se compadecieron de la ninfa y la transformaron en una caña. Pan quedó desolado. En su desolación cortó unos tallos de caña desiguales, los unió lateralmente y compuso con ellos la flauta que es conocida como caramillo. Con esta flauta compuso preciosas melodías, que acompañaba con su preciosa voz, tan hermosa como feo era su cuerpo.

Vivía en el bosque y continuamente era rodeado de ninfas que acudían a escuchar su hermosa música y melodiosa voz. Con el tiempo se enamoró de la ninfa Pitis y esta le correspondía, pero Boreas también quería a la ninfa. Al verse rechazado y menospreciado a cambio de semejante personaje grotesco, en un arranque de celos Boreas tiró a Pitis por un acantilado. Los dioses transformaron a Pitis en pino, árbol que fue consagrado a Pan.

Después de tanto amargo abatir amoroso, Pan se marchó con Baco a la guerra de la India, donde demostró su inteligencia con la táctica militar.

Ya en la antigüedad, y posteriormente, se ha confundido a Pan o Fauno con los Sátiros o los Silvanos, moradores de los bosques, alocados, maliciosos y temidos por las pastoras. Lo que tenemos ahora entendido es que Pan y Fauno son la misma persona y los sátiros, son similares en características físicas, pero con patas de cabra. ¡Es hermosa la mitología!.

Las Lupercales son las fiestas dedicadas al dios Pan o Fauno en el Lacio. Se celebraban el 15 de febrero. Sus sacerdotes, los Luperci, inmolaban machos cabríos y cabras, se cubrían con las pieles y corrían por las calles cubiertos con ellas, esgrimiendo látigos de cuero con los cuales pegaban a los transeúntes.

Pan era además un dios oracular, transmitía sus mensajes en sueños, mediante voces, o hacía susurrar a los árboles. También era el responsable de la sensación de alarma súbita y los temores imaginarios, también conocidos como pánicos.


Parafraseado de: El Fauno y de la red.

San Ignacio de Loyola, su Vida y su Obra.



San Ignacio nació probablemente, en 1491, en el castillo de Loyola en Azpeitia, población de Guipúzcoa, cerca de los Pirineos. Su padre, don Bertrán, era señor de Ofiaz y de Loyola, jefe de una de las familias más antiguas y nobles de la región. Y no era menos ilustre el linaje de su madre, Marina Sáenz de Licona y Balda. Iñigo (pues ése fue el nombre que recibió el santo en el bautismo) era el más joven de los ocho hijos y tres hijas de la noble pareja. Íñigo luchó contra los franceses en el norte de Castilla. Pero su breve carrera militar terminó abruptamente el 20 de mayo de 1521, cuando una bala de cañón le rompió la pierna durante la lucha en defensa del castillo de Pamplona. Después de que Iñigo fue herido, la guarnición española capituló.

Los franceses no abusaron de la victoria y enviaron al herido en una litera al castillo de Loyola (su hogar). Como los huesos de la pierna soldaron mal, los médicos consideraron necesario quebrarlos nuevamente. Iñigo se decidió a favor de la operación y la soportó estoicamente ya que anhelaba regresar a sus anteriores andanzas a todo costo. Pero, como consecuencia, tuvo un fuerte ataque de fiebre con tales complicaciones que los médicos pensaron que el enfermo moriría antes del amanecer de la fiesta de San Pedro y San Pablo. Sin embargo empezó a mejorar, aunque la convalecencia duró varios meses. No obstante la operación de la rodilla rota presentaba todavía una deformidad. Iñigo insistió en que los cirujanos cortasen la protuberancia y, pese a éstos le advirtieron que la operación sería muy dolorosa, no quiso que le atasen ni le sostuviesen y soportó la despiadada carnicería sin una queja. Para evitar que la pierna derecha se acortase demasiado, Iñigo permaneció varios días con ella estirada mediante unas pesas. Con tales métodos, nada tiene de extraño que haya quedado cojo para el resto de su vida.

Con el objeto de distraerse durante la convalecencia, Iñigo pidió algunos libros de caballería (aventuras de caballeros en la guerra), a los que siempre había sido muy afecto. Pero lo único que se encontró en el castillo de Loyola fue una historia de Cristo y un volumen de vidas de santos. Iñigo los comenzó a leer para pasar el tiempo, pero poco a poco empezó a interesarse tanto que pasaba días enteros dedicado a la lectura. Y se decía: "Si esos hombres estaban hechos del mismo barro que yo, bien yo puedo hacer lo que ellos hicieron". Inflamado por el fervor, se proponía ir en peregrinación a un santuario de Nuestra Señora y entrar como hermano lego a un convento de cartujos. Pero tales ideas eran intermitentes, pues su ansiedad de gloria y su amor por una dama, ocupaban todavía sus pensamientos. Sin embargo, cuando volvía a abrir el libro de la vida de los santos, comprendía la futilidad de la gloria mundana y presentía que sólo Dios podía satisfacer su corazón. Las fluctuaciones duraron algún tiempo. Ello permitió a Iñigo observar una diferencia: en tanto que los pensamientos que procedían de Dios le dejaban lleno de consuelo, paz y tranquilidad, los pensamientos vanos le procuraban cierto deleite, pero no le dejaban sino amargura y vacío. Finalmente, Iñigo resolvió imitar a los santos y empezó por hacer toda penitencia corporal posible y llorar sus pecados.

Le visita la Virgen; purificación en Manresa

Una noche, se le apareció la Madre de Dios, rodeada de luz y llevando en los brazos a Su Hijo. La visión consoló profundamente a Ignacio. Al terminar la convalecencia, hizo una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Montserrat, donde determinó llevar vida de penitente. Su propósito era llegar a Tierra Santa y para ello debía embarcarse en Barcelona que está muy cerca de Montserrat. La ciudad se encontraba cerrada por miedo a la peste que azotaba la región. Así tuvo que esperar en el pueblecito de Manresa, no lejos de Barcelona y a tres leguas de Montserrat. El Señor tenía otros designios más urgentes para Ignacio en ese momento de su vida. Lo quería llevar a la profundidad de la entrega en oración y total pobreza. Se hospedó ahí, unas veces en el convento de los dominicos y otras en un hospicio de pobres. Para orar y hacer penitencia, se retiraba a una cueva de los alrededores. Así vivió durante casi un año.

"A fin de imitar a Cristo nuestro Señor y asemejarme a El, de verdad, cada vez más; quiero y escojo la pobreza con Cristo, pobre más que la riqueza; las humillaciones con Cristo humillado, más que los honores, y prefiero ser tenido por idiota y loco por Cristo, el primero que ha pasado por tal, antes que como sabio y prudente en este mundo". Se decidió a "escoger el Camino de Dios, en vez del camino del mundo"...hasta lograr alcanzar su santidad.

A las consolaciones de los primeros tiempos sucedió un período de aridez espiritual; ni la oración, ni la penitencia conseguían ahuyentar la sensación de vacío que encontraba en los sacramentos y la tristeza que le abrumaba. A ello se añadía una violenta tempestad de escrúpulos que le hacían creer que todo era pecado y le llevaron al borde de la desesperación. En esa época, Ignacio empezó a anotar algunas experiencias que iban a servirle para el libro de los "Ejercicios Espirituales". Finalmente, el santo salió de aquella noche oscura y el más profundo gozo espiritual sucedió a la tristeza. Aquella experiencia dio a Ignacio una habilidad singular para ayudar a los escrupulosos y un gran discernimiento en materia de dirección espiritual. Más tarde, confesó al P. Laínez que, en una hora de oración en Manresa, había aprendido más de lo que pudiesen haberle enseñado todos los maestros en las universidades. Sin embargo, al principio de su conversión, Ignacio estaba tan sugestionado por la mentalidad del mundo que, al oír a un moro blasfemar de la Santísima Virgen, se preguntó si su deber de caballero cristiano no consistía en dar muerte al blasfemo, y sólo la intervención de la Providencia le libró de cometer ese crimen.
Tierra Santa

En febrero de 1523, Ignacio por fin partió en peregrinación a Tierra Santa. Pidió limosna en el camino, se embarcó en Barcelona, pasó la Pascua en Roma, tomó otra nave en Venecia con rumbo a Chipre y de ahí se trasladó a Jaffa. Del puerto, a lomo de mula, se dirigió a Jerusalén, donde tenía el firme propósito de establecerse. Pero, al fin de su peregrinación por los Santos Lugares, el franciscano encargado de guardarlos le ordenó que abandonase Palestina, temeroso de que los mahometanos, enfurecidos por el proselitismo de Ignacio, le raptasen y pidiesen rescate por él. Por lo tanto, el joven renunció a su proyecto y obedeció, aunque no tenía la menor idea de lo que iba a hacer al regresar a Europa. Otra vez, la Divina Providencia tenía designios para esta alma tan generosa.

De nuevo en España donde es encarcelado por la inquisición.

En 1524, llegó de nuevo a España, donde se dedicó a estudiar, pues "pensaba que eso le serviría para ayudar a las almas". Una piadosa dama de Barcelona, llamada Isabel Roser, le asistió mientras estudiaba la gramática latina en la escuela. Ignacio tenía entonces treinta y tres años, y no es difícil imaginar lo penoso que debe ser estudiar la gramática a esa edad. Al principio, Ignacio estaba tan absorto en Dios, que olvidaba todo lo demás; así, la conjugación del verbo latino "amare" se convertía en un simple pretexto para pensar: "Amo a Dios. Dios me ama". Sin embargo, el santo hizo ciertos progresos en el estudio, aunque seguía practicando las austeridades y dedicándose a la contemplación y soportaba con paciencia y buen humor las burlas de sus compañeros de escuela, que eran mucho más jóvenes que él.

Al cabo de dos años de estudios en Barcelona, pasó a la Universidad de Alcalá a estudiar lógica, física y teología; pero la multiplicidad de materias no hizo más que confundirle, a pesar de que estudiaba noche y día. Se alojaba en un hospicio, vivía de limosna y vestía un áspero hábito gris. Además de estudiar, instruía a los niños, organizaba reuniones de personas espirituales en el hospicio y convertía a numerosos pecadores con sus reprensiones llenas de mansedumbre.

Había en España muchas desviaciones de la devoción. Como Ignacio carecía de los estudios y la autoridad para enseñar, fue acusado ante el vicario general del obispo, quien le tuvo prisionero durante cuarenta y dos días, hasta que, finalmente, absolvió de toda culpa a Ignacio y sus compañeros, pero les prohibió llevar un hábito particular y enseñar durante los tres años siguientes. Ignacio se trasladó entonces con sus compañeros a Salamanca. Pero pronto fue nuevamente acusado de introducir doctrinas peligrosas. Después de tres semanas de prisión, los inquisidores le declararon inocente. Ignacio consideraba la prisión, los sufrimientos y la ignominia como pruebas que Dios le mandaba para purificarle y santificarle. Cuando recuperó la libertad, resolvió abandonar España. En pleno invierno, hizo el viaje a París, a donde llegó en febrero de 1528.
Estudios en París

Los dos primeros años los dedicó a perfeccionarse en el latín, por su cuenta. Durante el verano iba a Flandes y aun a Inglaterra a pedir limosna a los comerciantes españoles establecidos en esas regiones. Con esa ayuda y la de sus amigos de Barcelona, podía estudiar durante el año. Pasó tres años y medio en el Colegio de Santa Bárbara, dedicado a la filosofía. Ahí indujo a muchos de sus compañeros a consagrar los domingos y días de fiesta a la oración y a practicar con mayor fervor la vida cristiana. Pero el maestro Peña juzgó que con aquellas prédicas impedía a sus compañeros estudiar y predispuso contra Ignacio al doctor Guvea, rector del colegio, quien condenó a Ignacio a ser azotado para desprestigiarle entre sus compañeros. Ignacio no temía al sufrimiento ni a la humillación, pero, con la idea de que el ignominioso castigo podía apartar del camino del bien a aquéllos a quienes había ganado, fue a ver al rector y le expuso modestamente las razones de su conducta. Guvea no respondió, pero tomó a Ignacio por la mano, le condujo al salón en que se hallaban reunidos todos los alumnos y le pidió públicamente perdón por haber prestado oídos, con ligereza, a los falsos rumores. En 1534, a los cuarenta y tres años de edad, Ignacio obtuvo el título de maestro en artes de la Universidad de París.
El Señor le da compañeros

Las palabras fervorosas de Ignacio, llenas del Espíritu Santo, abrió los corazones de algunos compañeros. Por aquella época, se unieron a Ignacio otros seis estudiantes de teología: Pedro Fabro, que era sacerdote de Saboya; Francisco Javier, un navarro; Laínez y Salmerón, que brillaban mucho en los estudios; Simón Rodríguez, originario de Portugal y Nicolás Bobadilla. Movidos por las exhortaciones de Ignacio, aquellos fervorosos estudiantes hicieron voto de pobreza, de castidad y de ir a predicar el Evangelio en Palestina, o, si esto último resultaba imposible, de ofrecerse al Papa para que los emplease en el servicio de Dios como mejor lo juzgase. La ceremonia tuvo lugar en una capilla de Montmartre, donde todos recibieron la comunión de manos de Pedro Fabro, quien acababa de ordenarse sacerdote. Era el día de la Asunción de la Virgen de 1534. Ignacio mantuvo entre sus compañeros el fervor, mediante frecuentes conversaciones espirituales y la adopción de una sencilla regla de vida. Poco después, hubo de interrumpir sus estudios de teología, pues el médico le ordenó que fuese a tomar un poco los aires natales, ya que su salud dejaba mucho que desear. Ignacio partió de París, en la primavera de 1535. Su familia le recibió con gran gozo, pero el santo se negó a habitar en el castillo de Loyola y se hospedó en una pobre casa de Azpeitia.
Bendición del Papa; aparición del Señor

Dos años más tarde, se reunió con sus compañeros en Venecia. Pero la guerra entre venecianos y turcos les impidió embarcarse hacia Palestina. Los compañeros de Ignacio, que eran ya diez, se trasladaron a Roma; Paulo III los recibió muy bien y concedió a los que todavía no eran sacerdotes el privilegio de recibir las órdenes sagradas de manos de cualquier obispo. Después de la ordenación, se retiraron a una casa de las cercanías de Venecia a fin de prepararse para los ministerios apostólicos. Los nuevos sacerdotes celebraron la primera misa entre septiembre y octubre, excepto Ignacio, quien la difirió más de un año con el objeto de prepararse mejor para ella. Como no había ninguna probabilidad de que pudiesen trasladarse a Tierra Santa, quedó decidido finalmente que Ignacio, Fabro y Laínez irían a Roma a ofrecer sus servicios al Papa. También resolvieron que, si alguien les preguntaba el nombre de su asociación, responderían que pertenecían a la Compañía de Jesús (San Ignacio no empleó nunca el nombre de "jesuita". Este nombre comenzó como un apodo), porque estaban decididos a luchar contra el vicio y el error bajo el estandarte de Cristo. Durante el viaje a Roma, mientras oraba en la capilla de "La Storta", el Señor se apareció a Ignacio, rodeado por un halo de luz inefable, pero cargado con una pesada cruz. Cristo le dijo: "Ego vobis Romae propitius ero" (Os seré propicio en Roma). Paulo III nombró al padre Fabro profesor en la Universidad de la Sapienza y confió a Laínez el cargo de explicar la Sagrada Escritura. Por su parte, Ignacio se dedicó a predicar los Ejercicios y a catequizar al pueblo. El resto de sus compañeros trabajaba en forma semejante, a pesar de que ninguno de ellos dominaba todavía el italiano.
La Compañía de Jesús

Ignacio y sus compañeros decidieron formar una congregación religiosa para perpetuar su obra. A los votos de pobreza y castidad debía añadirse el de obediencia para imitar más de cerca al Hijo de Dios, que se hizo obediente hasta la muerte. Además, había que nombrar a un superior general a quien todos obedecerían, el cual ejercería el cargo de por vida y con autoridad absoluta, sujeto en todo a la Santa Sede. A los tres votos arriba mencionados, se agregaría el de ir a trabajar por el bien de las almas adondequiera que el Papa lo ordenase. La obligación de cantar en común el oficio divino no existiría en la nueva orden, "para que eso no distraiga de las obras de caridad a las que nos hemos consagrado". No por eso descuidaban la oración que debía tomar al menos una hora diaria.

La primera de las obras de caridad consistiría en "enseñar a los niños y a todos los hombres los mandamientos de Dios". La comisión de cardenales que el Papa nombró para estudiar el asunto se mostró adversa al principio, con la idea de que ya había en la Iglesia bastantes órdenes religiosas, pero un año más tarde, cambió de opinión, y Paulo III aprobó la Compañía de Jesús por una bula emitida el 27 de septiembre de 1540. Ignacio fue elegido primer general de la nueva orden y su confesor le impuso, por obediencia, que aceptase el cargo. Empezó a ejercerlo el día de Pascua de 1541 y, algunos días más tarde, todos los miembros hicieron los votos en la basílica de San Pablo Extramuros.

Ignacio pasó el resto de su vida en Roma, consagrado a la colosal tarea de dirigir la orden que había fundado. Entre otras cosas, fundó una casa para alojar a los neófitos judíos durante el período de la catequesis y otra casa para mujeres arrepentidas. En cierta ocasión, alguien le hizo notar que la conversión de tales pecadoras rara vez es sincera, a lo que Ignacio respondió: "Estaría yo dispuesto a sufrir cualquier cosa por el gozo de evitar un solo pecado". Rodríguez y Francisco Javier habían partido a Portugal en 1540. Con la ayuda del rey Juan III, Javier se trasladó a la India, donde empezó a ganar un nuevo mundo para Cristo. Los padres Goncalves y Juan Nuñez Barreto fueron enviados a Marruecos a instruir y asistir a los esclavos cristianos. Otros cuatro misioneros partieron al Congo; algunos más fueron a Etiopía y a las colonias portuguesas de América del Sur.

Un baluarte de verdad y orden ante el protestantismo.

El Papa Paulo III nombró como teólogos suyos, en el Concilio de Trento, a los padres Laínez y Salmerón. Antes de su partida, San Ignacio les ordenó que visitasen a los enfermos y a los pobres y que, en las disputas se mostrasen modestos y humildes y se abstuviesen de desplegar presuntuosa- mente su ciencia y de discutir demasiado. Pero, sin duda que entre los primeros discípulos de Ignacio el que llegó a ser más famoso en Europa, por su saber y virtud, fue San Pedro Canisio, a quien la Iglesia venera actualmente como Doctor. En 1550, San Francisco de Borja regaló una suma considerable para la construcción del Colegio Romano. San Ignacio hizo de aquel colegio el modelo de todos los otros de su orden y se preocupó por darle los mejores maestros y facilitar lo más posible el progreso de la ciencia. El santo dirigió también la fundación del Colegio Germánico de Roma, en el que se preparaban los sacerdotes que iban a trabajar en los países invadidos por el protestantismo. En vida del santo se fundaron universidades, seminarios y colegios en diversas naciones. Puede decirse que San Ignacio echó los fundamentos de la obra educativa que había de distinguir a la Compañía de Jesús y que tanto iba a desarrollarse con el tiempo.

En 1542, desembarcaron en Irlanda los dos primeros misioneros jesuitas, pero el intento fracasó. Ignacio ordenó que se hiciesen oraciones por la conversión de Inglaterra, y entre los mártires de Gran Bretaña se cuentan veintinueve jesuitas. La actividad de la Compañía de Jesús en Inglaterra es un buen ejemplo del importantísimo papel que desempeñó en la contrarreforma. Ese movimiento tenía el doble fin de dar nuevo vigor a la vida de la Iglesia y de oponerse al protestantismo. "La Compañía de Jesús era exactamente lo que se necesitaba en el siglo XVI para contrarrestar la Reforma. La revolución y el desorden eran las características de la Reforma. La Compañía de Jesús tenía por características la obediencia y la más sólida cohesión. Se puede afirmar, sin pecar contra la verdad histórica, que los jesuitas atacaron, rechazaron y derrotaron la revolución de Lutero y, con su predicación y dirección espiritual, reconquistaron a las almas, porque predicaban sólo a Cristo y a Cristo crucificado. Tal era el mensaje de la Compañía de Jesús, y con él, mereció y obtuvo la confianza y la obediencia de las almas" (cardenal Manning). A este propósito citaremos las, instrucciones que San Ignacio dio a los padres que iban a fundar un colegio en Ingolstadt, acerca de sus relaciones con los protestantes: "Tened gran cuidado en predicar la verdad de tal modo que, si acaso hay entre los oyentes un hereje, le sirva de ejemplo de caridad y moderación cristianas. No uséis de palabras duras ni mostréis desprecio por sus errores". El santo escribió en el mismo tono a los padres Broet y Salmerón cuando se aprestaban a partir para Irlanda.

Una de las obras más famosas y fecundas de Ignacio fue el libro de los Los Ejercicios Espirituales. Es la obra maestra de la ciencia del discernimiento. Empezó a escribirlo en Manresa y lo publicó por primera vez en Roma, en 1548, con la aprobación del Papa. Los Ejercicios cuadran perfectamente con la tradición de santidad de la Iglesia. Desde los primeros tiempos, hubo cristianos que se retiraron del mundo para servir a Dios, y la práctica de la meditación es tan antigua como la Iglesia. Lo nuevo en el libro de San Ignacio es el orden y el sistema de las meditaciones. Si bien las principales reglas y consejos que da el santo se hallan diseminados en las obras de los Padres de la Iglesia, San Ignacio tuvo el mérito de ordenarlos metódicamente y de formularlos con perfecta claridad.

La prudencia y caridad del gobierno de San Ignacio le ganó el corazón de sus súbditos. Era con ellos afectuoso como un padre, especialmente con los enfermos, a los que se encargaba de asistir personalmente procurándoles el mayor bienestar material y espiritual posible. Aunque San Ignacio era superior, sabía escuchar con mansedumbre a sus subordinados, sin perder por ello nada de su autoridad. En las cosas en que no veía claro se atenía humildemente al juicio de otros. Era gran enemigo del empleo de los superlativos y de las afirmaciones demasiado categóricas en la conversación. Sabía sobrellevar con alegría las críticas, pero también sabía reprender a sus súbditos cuando veía que lo necesitaban. En particular, reprendía a aquéllos a quienes el estudio volvía orgullosos o tibios en el servicio de Dios, pero fomentaba, por otra parte, el estudio y deseaba que los profesores, predicadores y misioneros, fuesen hombres de gran ciencia. La corona de las virtudes de San Ignacio era su gran amor a Dios. Con frecuencia repetía estas palabras, que son el lema de su orden: "A la mayor gloria de Dios". A ese fin refería el santo todas sus acciones y toda la actividad de la Compañía de Jesús. También decía frecuentemente: "Señor, ¿qué puedo desear fuera de Ti?" Quien ama verdaderamente no está nunca ocioso. San Ignacio ponía su felicidad en trabajar por Dios y sufrir por su causa. Tal vez se ha exagerado algunas veces el "espíritu militar" de Ignacio y de la Compañía de Jesús y se ha olvidado la simpatía y el don de amistad del santo por admirar su energía y espíritu de empresa.

Durante los quince años que duró el gobierno de San Ignacio, la orden aumentó de diez a mil miembros y se extendió en nueve países europeos, en la India y el Brasil. Como en esos quince años el santo había estado enfermo quince veces, nadie se alarmó cuando enfermó una vez más. Murió súbitamente el 31 de julio de 1556, sin haber tenido siquiera tiempo de recibir los últimos sacramentos.

Fue canonizado en 1622, y Pío XI le proclamó patrono de los ejercicios espirituales y retiros.




martes, 23 de julio de 2013

No a la Piratería.

Desde que comencé mis estudios universitarios en la U, la Universidad de Washington. Siempre se nos inculcó y enseñó que los derechos de autor se tienen que respetar y se tiene que dar crédito a la persona que ha hecho cualquier trabajo en arte, ciencia, tecnología, literatura, etc. Es su derecho por ser el autor intelectual de su obra y si acaso se tiene que usar parte de lo ya hecho. Por respeto y por no ser el autor se tiene que citar a la persona que tiene esos derechos. 

Me pasa que, al haber abierto una página en las redes sociales en facebook, me doy cuenta que de repente alguna gente usa a diestra y siniestra fotografías (en mi caso mías) y las publica como propias sin siquiera tomarse el tiempo de preguntar si las pudieran usar con mi permiso. Es cierto que si yo autorizo el uso de alguna fotografía, exijo se me de el crédito como autor de esa obra fotográfica. El sujeto está allí, si yo me tomo mi tiempo y esfuerzo en retratar alguna cosa y otros no, yo tengo el derecho de autor en lo que hice...por horroroso que ésto pueda ser. 

He reportado ya, muchas fotografías que de repente me las encuentro en otros sitios sin mi autorización y, si acaso me encuentro alguna otra, encontraré a la persona que la subió y haré valer mi derecho. He retirado casi todas mis colecciones de retratos y si acaso veo uno que yo hice, lo reporto. Yo respeto el derecho ajeno y espero y exijo se me respete. Es mi propiedad intelectual o de autor personal y nadie tiene permiso de usar mis imágenes en ninguna forma.  

Derecho de Autor en Internet

Martín Fernández, Francisco J.
Hassan Montero, Yusef

Resumen: Definición del concepto de Derecho de Autor y explicación de los diferentes derechos que lo componen.
Introducción

En este artículo vamos a introducir los conceptos básicos sobre Derecho de Autor (copyright), prestando especial atención a las obras y recursos publicados en el entorno Web.
El Autor

El Autor es el titular del Derecho de Autor desde el mismo momento de la creación del recurso Web (artículo, animación, sonido...). Es el simple hecho de su creación, elaboración o composición el que nos confiere la propiedad intelectual sobre el recurso.

Por tanto, esto significa que no es obligatoria ni necesaria la inscripción en ningún tipo de registro ni oficina para disfrutar de este derecho sobre nuestras creaciones. Sin embargo existen ciertas formalidades, que si bien no son obligatorias, pueden ayudarnos frente a usos ilícitos de nuestros recursos.

Una formalidad es la mención de reserva de derechos, de la siguiente forma:

© Yusef Hassan Montero, 2003

Otro mecanismo que nos puede ayudar en la protección de nuestros recursos es su inscripción en el Registro de Propiedad Intelectual. Sin embargo este conlleva varios problemas: No es un servicio gratuito; y sólo existe a nivel nacional, ya que la OMPI no proporciona ningún tipo de registro internacional de derecho de autor.
El Recurso web

Para que el recurso web que hemos creado sea susceptible de protección intelectual, este recurso debe ser original, que no debemos confundir con novedoso. Por originalidad se entiende la originalidad en la forma de representar una idea, no la originalidad de la idea en sí misma. El Derecho de Autor no protege las ideas.

En la Web, entre otros, se consideran recursos objeto de protección por el Derecho de Autor: animaciones, videos, sonidos, recursos musicales, textos, código fuente (cliente o servidor), iconos, logos, gráficos, etc...
Contenido del Derecho de Autor

El contenido del Derecho de Autor se divide en dos clases de derechos, los patrimoniales o de explotación, y los morales.
Derechos morales

Son derechos no económicos, personales, sobre el recurso.
Derecho de Divulgación: Facultad del autor de decidir si publica (divulga) su obra (recurso) o no, y en qué forma lo hará.
Derecho de Paternidad: Derecho de exigir la paternidad, reconocimiento como autor del recurso.
Derecho de Revelación y Ocultación: El autor puede decidir divulgar una obra con su nombre, con un seudónimo (nick) o signo, o de forma anónima. Esto no quiere decir que renuncie a la autoría de la obra.
Derecho de Integridad: Facultad de impedir cualquier deformación de la obra que pueda perjudicar el honor y reputación del autor. En un entorno como la Web, este derecho cobra especial importancia, debido a la facilidad con la que se pueden manipular y deformar los recursos electrónicos.
Derecho de Arrepentimiento y Modificación: 

Derecho del autor de retirar la obra del Medio, o modificarla.
Derechos Patrimoniales

Los Derechos Patrimoniales o de Explotación representan el derecho del autor de beneficiarse económicamente de su producción intelectual.
Derecho de Reproducción: El autor puede obtener beneficio económico de las reproducciones o copias que se realicen de su obra o recurso. Reproducir o copiar un recurso sin consentimiento del autor es ilegal.
Derecho de Distribución: Puesta a disposición del público del original o copias de la obra mediante su venta, alquiler, préstamo, o de cualquier otra forma.
Derecho de Comunicación Pública: La comunicación pública es todo un acto por el que una pluralidad de personas puede tener acceso a la obra sin previa distribución de ejemplares a cada una de ellas. La discusión en este sentido sería, ¿puede considerarse la publicación web como Comunicación Pública?.
Derecho de Transformación: Derecho del autor para autorizar y obtener una remuneración por las transformaciones que se hagan sobre la obra, como por ejemplo las traducciones.
Protección

No en todos los países se lleva a cabo la misma protección de los Derechos de Autor. Por ejemplo, en países como EE.UU. se le confiere menos importancia a los derechos morales que en los países europeos. Mientras que en Europa se considera que los derechos morales tienen una duración eterna, que no se extingue, en EE.UU. se considera que tienen la misma duración que los patrimoniales, 70 años desde la muerte del autor.
Conclusiones

Como desarrolladores web, conocer la legislación vigente sobre propiedad intelectual es imprescindible para poder proteger de forma activa nuestros derechos como autores. Pero al mismo tiempo, como usuarios y consumidores, este conocimiento es igualmente importante para no infringir dicha legislación.
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Tomado en su totalidad de: http://www.nosolousabilidad.com/articulos/da_internet.htm

lunes, 1 de abril de 2013

Despierta Vida Mía.



DESPIERTA VIDA MÍA

Despierta ya Jesús porque amanece,
venciste mi pecado, vence la muerte.
Prefiero yo pensar que estás dormido,
prefiero aguardar a que regreses.

Despierta mi Jesús, Tú eres la Vida,
¿y quién me la dará si está dormida?
Tu Madre está tan triste y afligida,
su último recuerdo es tu agonía.

Despierta Dulce Amor, no tardes tanto
que la humanidad sin Ti se ahoga en llanto.
Tú eres nuestra paz, nuestra esperanza,
¿a quién iremos pues si estás dormido?

Despierta Vida mía, cobra aliento,
resurge a medianoche en mi vigilia,
temprano cantaré con alegría:
¡resucitó, está viva la Vida!

miércoles, 13 de marzo de 2013

Desde hoy, El Diario Internacional El País, tiene una edición para América.


Bienvenidos a la edición América del diario EL PAÍS. A partir de ahora, cuando los lectores accedan a EL PAÍS (www.elpais.com) desde cualquier punto del continente americano encontrarán una información diferenciada y específicamente destinada a la cobertura de los acontecimientos de esta región.

Este producto está elaborado fundamentalmente por una redacción establecida en México y Estados Unidos con este propósito, bajo la dirección de Antonio Caño, que hará compatible esa función con su responsabilidad actual como corresponsal en Washington. Asimismo, se ha reforzado la red de colaboradores de EL PAÍS en los países del área con el objetivo de intensificar el seguimiento noticioso que se hacía hasta ahora.

El propósito de esta iniciativa es el de responder a la demanda creciente en el continente americano de información rigurosa, ordenada y de calidad que, no solo aborde las noticias desde una perspectiva local, sino que trate de situar los hechos en el contexto global en el que actualmente se desarrolla la actualidad. La edición América de EL PAÍS intentará, por tanto, aportar una visión integradora del continente, sin desatender los sucesos más importantes que se vayan produciendo en cada uno de los países en particular.

Igualmente, nuestro propósito es el de aportar a los lectores americanos una selección de las noticias más relevantes que ocurren en otros continentes, entendiendo que América Latina no es una región aislada del resto del mundo, sino que forma parte esencial de él y cada día compite en mejores condiciones en el escenario internacional. Los sucesos en China, India o Europa tienen hoy efectos inmediatos y directos en los ciudadanos de México o Perú.

Cómo ver la portada de América

En la parte superior de la portada de EL PAIS, aparece un nuevo botón en el que se puede elegir entre la portada de EL PAIS en España y la que se ve, por defecto, al acceder desde América. Los lectores podrán elegir entre ambas.

Como parte de esa visión, esta edición incluye tanto a los países latinoamericanos como a Estados Unidos. Aunque la distancia entre el norte y el sur del continente parecía antes inmensa por determinadas circunstancias políticas, económicas y culturales, la confluencia de intereses entre EE UU y América Latina ha crecido tanto en los últimos años como para que el destino de ambos parezca ahora unido de forma inevitable. EE UU tiene acuerdos comerciales bilaterales con cuatro países latinoamericanos y otros de carácter multilateral con varios más. Al mismo tiempo, la pujanza de la comunidad latina en EE UU ha colocado la realidad de América Latina en la agenda imprescindible de todos los centros de poder norteamericanos.

El avance de esa comunidad ha puesto también de relieve la vigencia del castellano y la necesidad de un producto informativo en ese idioma que se corresponda con el progreso alcanzado por los hispanos en todos los demás ámbitos. El español es, en ese sentido, una forma de canalizar intereses, hoy similares, desde Illinois a la Pampa.

Como complemento a ese objetivo, esta edición incluirá algunas informaciones en inglés destinadas a un creciente número de lectores en EE UU con interés en los acontecimientos de América Latina, pero sin el suficiente conocimiento del idioma español.

Este producto ofrecerá noticias, análisis y opinión. Intentará ser una plataforma para los principales debates que se produzcan en la región y tratará de aportar elementos para que los lectores sean capaces de anticipar los que están a la vuelta de la esquina. En la medida de nuestras posibilidades, reflejaremos la diversidad existente en este continente y daremos entrada al punto de vista de nuestros lectores.

La vocación americana de EL PAÍS es tan vieja como el propio diario. No es la primera vez que esta cabecera se aproxima al público que habla español en este lado del Atlántico. En esta ocasión, la tecnología permite que ese acercamiento sea más profundo y ambicioso. Confiamos en poder contar con la ayuda de los lectores para que esta empresa sea satisfactoria y exitosa.

Copiado en su totalidad del diario El País.

lunes, 4 de marzo de 2013

Cómo construir un horno de barro



Por Andrés Irazoqui el 31-03-2010






Horno de barro tradicional

Elaborar un horno de barro con sus propias manos, más allá de que le permitirá saborear los manjares más exquisitos que haya soñado, tiene a su vez en su construcción una tarea des estresante y a la vez orgullosa: Hecho con sus propias manos.

Las opciones son dos: Puede comprar uno ya hecho, que andan varios; o puede hacerlo usted mismo.

La idea es hacer algo sencillo, pero no por eso de baja calidad, nos referimos a hacer algo tradicional, al mejor estilo de nuestros abuelos o bisabuelos, nada de ladrillos refractarios, ti
erra refractaria y otros elementos modernos, no. Volvamos a las antiguas enseñanzas. 

Un horno chico, como para una familia de cuatro personas alcanzará perfectamente con un diámetro de base de 1,20 metros.

Se colocan cuatro palos “curados” de un grosor medio de 1,20 o 1 metro de altura, depende el tipo de tierra. Sobresaldrán 70 centímetros, por tanto los enterrará a 30 ó 50 centímetros. Una vez colocados puede pisonearlos, o para más seguridad colocarles un poco de mezcla de hormigón. Es de destacar que es recomendable utilizar nivel, para asegurarse que las cuatro patas estén en la medida justa y perfecta.

Luego, como base puede utilizar un pallet tratado (es decir, curado, a los efectos de que la humedad no los eche a perder o las hormigas hagan su trabajo), de los reforzados; o de lo contrario armar una planchada de hormigón, que será un poco más trabajoso.


Si consigue un pallet, que andan aproximadamente en las medidas de 1,50 metros, la ideal para nuestro horno, lo coloca sobre las cuatro patas ya aseguradas, con el material firme.

Allí, sobre el pallet se le coloca una base de cartón grueso (al efecto que entre las ranuras del pallet no se vuelque mezcla). Necesitaremos un compás, pero dado las medidas que utilizaremos, la mejor idea es sacar el radio, colocar un clavo en el medio (¡sin clavarlo!) sólo sosteniéndolo, y con una piola con la medida deseada con una tiza atada en la punta. Allí tendremos un perfecto compás casero.

Alrededor de la circunferencia hacemos un círculo con una hilada de ladrillos.

Aquí es necesario aclarar los materiales:

No tiene ningún sentido comprar ladrillos de máxima calidad, lo único necesario es que nuestro horno conserve el calor, no vamos a construir o revestir una casa. Por tanto vamos a un horno de ladrillos y compramos los de descarte, que los venden a sumas irrisorias, ya que ellos de todas formas tendrán que molerlos y volver a utilizarlos y les es más barato venderlos a precios simbólicos, y para nuestro horno será un material ideal.

Luego viene el barro. Las proporciones son las siguientes: 70% de tierra negra y 30 % de bosta vaca. Y luego mezclar, mezclar, ensuciarse bien las manos hasta lograr una masa homogénea.


Pero no se asuste, la mejor idea es que en el horno de barro al que vaya a buscar los ladrillos compre tierra ya pronta para utilizar, pues tiene los mismos “ingredientes” que necesitamos, y estará mucho mejor “pisoneado” ya que por horas y horas los caballos están haciendo ese trabajo por nosotros. Además, el precio es bajo.

En cada lugar y país ciertamente los precios varían, pero para dar un ejemplo, aquí en Paysandú, Uruguay, un carro grande tirado por caballos cargado de tierra pronta cuesta 5 dólares, que da perfectamente para un horno de las dimensiones que pensábamos.

En la circunferencia de ladrillo se le pone una fina capa de mezcla de arena, cemento y pedregullo. En proporciones 5 de arena, 1 de Pórtland, 1 de pedregullo.

Aquí pasamos a la etapa en la que se debe tener más cuidado: el molido de vidrio. Se toma un par de botellas, se las coloca en una vasija, un tanque recortado, y se las pisonea con un hierro o pisón (es aconsejable poner una manta o sábana sobre los vidrios para evitar que salpique alguna esquirla y nos lastime.

Terminado este paso volcamos y esparcimos el vidrio molido en la circunferencia que dejamos. Después ponemos una bolsa de 50 kilogramos de sal. Estamos hablando en todo momento de ahorro y economía. Es así que va a cualquier agro veterinaria y compra una bolsa de sal para consumo animal. Aquí rondan entre los 6 y 7 dólares los 50 kilogramos. La función de la sal y el vidrio es aislante, esto quiere decir que el calor no pasará y quedará siempre dentro de su horno, este paso es elemental. Una vez colocado eso se le coloca una capa de ladrillos arriba, lo que será el piso del horno.

Y aquí llega la etapa de mayor paciencia y cuidado. Primero hágale la boca al horno, 30, 40 centímetros, eso a gusto del consumidor, que entre una fuente relativamente grande. También tenga en cuenta que cuanto más grande la boca ma
yor pérdida de calor tendrá. 


Deja secar un día (la mezcla siempre es con el barro y colocado a mano, obviamente).

Al otro día hace tres hiladas de ladrillo a nivel. Y después empieza la verdadera obra de arte, va partiendo los ladrillos cuidadosamente por la mitad y los va colocando cerrando la bóveda. Las partes cortadas van hacia el lado de afuera, ya que harán prender mejor en la segunda etapa el barro.

Este trabajo requiere de muchísima paciencia. Algunos le ponen armazón de madera por dentro, otros varillas de hierro; pero si tiene mucha paciencia y es consiente que esto es un trabajo para disfrutarlo en el mediano plazo, sin apuro, no necesitará nada de ello. Lo importante es ir despacio colocando ladrillo por ladrillo, descansar y seguir al otro día, pues al estar fresca la mezcla corre el peligro que se desmorone todo.

La cúpula tendrá aproximadamente un metro de altura, y en la parte de atrás a las ¾ partes deberá tener la boca de salida o chimenea. Esto es muy fácil, una lata de durazno abierta de ambos lados será nuestra boca de salida.

Continúa colocando meticulosamente los ladrillos de manera tal que el último ladrillo que coloque deberá quedar en la exacta medida que el clavo que estaba marcado el radio en la base. No es tan difícil, los griegos hacían obras más complicadas.

Allí deténgase, contemple su obra, suspire profundo y diga: ¡esto lo hice con mis propias manos!

Deje reposar una semana.

Después viene la etapa de revestimiento de barro (que es la que conservará el calor dentro del horno). Aunque seamos reiterativos, siempre tenga presente que esto es un trabajo de paciencia.

Le pasa una capa de aproximadamente unos 2 centímetros de espesor y lo deja reposar unos tres días. Culminado ese tiempo prende fuego en el horno. Siempre recuerde que el calor del horno se lo da el calor fuerte, por tanto nunca ponga leña negra ni troncos grandes, hágalo con cajones de bananas, cajones o pallet descartables, sin curar.

Luego del primer fuego, en el barro se formarán grietas. Espera un día y vuelve nuevamente a pasar otra mano de unos dos centímetros haciendo especial énfasis en cubrir las grietas. Espera otro día y nuevamente hace fuego. Esta vez las grietas serán casi imperceptibles. Le da la última mano de barro, si quiere exagere un poco más y hágala de unos tres centímetros.

Falta la puerta del horno. Vaya a un herrero de su confianza con las medidas de la boca del horno. Tiene que ser una chapa gruesa, de manera que no pierda el calor. Una buena puerta, de chapa gruesa de buena calidad andará en el orden de los 10 dólares (claro, varía de acuerdo al tamaño de la boca del horno, yo la hice relativamente pequeña pues mi pasión son las pizzas y los panes y una pequeña puerta alcanza y sobra, aparte de conservar más el calor.

Si el horno lo tiene en lugar techado está pronto. Si lo tiene a la intemperie, para evitar el daño de las lluvias hágale una capa de arena y Pórtland. Una proporción de 12 de arena y una de Pórtland. De lo contrarios con el calor del horno el material se agrietará.



Por último. Siempre recuerde que esto no es como un horno de cocina, donde el calor viene desde abajo, aquí el calor viene de todos los sentidos, por eso su cocción es tan rápida. Y lo otro importante es que nunca ponga troncos grandes, el horno se calienta con pequeños trozos de madera muy seca, cajones, piñas, pallet descartables, cajones de bananas, etc.

Aquí ya tenemos el horno. Bien, para la próxima ya comenzaremos a utilizarlo con recetas, mientras tanto, disfrute de su obra de arte. Yo lo hice con mi pequeño hijo, y cada tardecita nos sentábamos a mirar el horno, contemplando nuestra gran obra, por sobretodo porque genera un placer muy especial, que sólo lo siente aquel que se anima sin haber hecho una pared jamás en su vida, como el caso de quien les escribe.

lunes, 4 de febrero de 2013

LA PRESENTACIÓN DEL SEÑOR Y PURIFICACION DE LA VIRGEN MARIA




2 de febrero
Por SCTJM

Esta fiesta, que cierra las solemnidades de la Encarnación, conmemora la Presentación del Señor, el encuentro con Simeón y Ana, (encuentro del Señor con su pueblo) y la purificación ritual de la Virgen María.

Presentación: Cuarenta días después del nacimiento de Jesús, María y José llevaron al Niño al Templo, a fin de presentarlo al Señor, según la ley de Moisés (Cf. Ex 13, 11-13).

Lucas 2,22-38
Cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, según la Ley de Moisés, llevaron a Jesús a Jerusalén para presentarle al Señor, como está escrito en la Ley del Señor: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor" y para ofrecer en sacrificio "un par de tórtolas o dos pichones", conforme a lo que se dice en la Ley del Señor. Y he aquí que había en Jerusalén un hombre llamado Simeón; este hombre era justo y piadoso, y esperaba la consolación de Israel; y estaba en él el Espíritu Santo. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de haber visto al Cristo del Señor. Movido por el Espíritu, vino al Templo; y cuando los padres introdujeron al niño Jesús, para cumplir lo que la Ley prescribía sobre él, le tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.»

Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción - ¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.»

Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad avanzada; después de casarse había vivido siete años con su marido, y permaneció viuda hasta los ochenta y cuatro años; no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día en ayunos y oraciones. Como se presentase en aquella misma hora, alababa a Dios y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención de
Jerusalén.

Simeón, al ver a María y a José con el Niño Jesús, conoció por una revelación divina que era Cristo. Tomó entonces al Niño en sus brazos y bendijo a Dios y exclamó:
Ahora puedes dejar morir en paz, Señor, a tu siervo, porque han visto mis ojos a tu Salvador, luz para las naciones y gloria de Israel. María y José admiraban sus palabras.
Y vuelto a María le anunció: Este ha sido puesto para ruina y para resurrección de muchos; y como una señal de contradicción; y una espada atravesará tu alma.

Purificación de María: Como era costumbre, María, su madre, se sometió a la vez al rito de la purificación (Cf. Lev. 12, 6-8).

Procesión con las candelas, "Candelaria"
"luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel" (Lc 2,32). La procesión con velas nos recuerda que La Virgen da luz a Jesucristo, Luz del Mundo, quien se manifiesta a su pueblo por medio de Simeón y Ana.

No se sabe con certeza cuando se iniciaron las procesiones en relación a esta fiesta, pero en el siglo X ya se celebraban con solemnidad. Después de la procesión los cirios se llevan a las casas para encenderse cuando hubiese necesidad de oración especial.

Historia de la Fiesta
A mediados del siglo V esta fiesta se conocía como "La Candelaria" o "Fiesta de las Luces". La Virgen Maria ha dado luz a la Luz del Mundo, Jesucristo y en esta fiesta El se manifiesta a Simeón y Ana.

Hasta el siglo VI se celebraba a los cuarenta días de la Epifanía, el 15 de febrero. Ahora se celebra el 2 de febrero, por ser a los cuarenta días de la Navidad.

De origen oriental, esta fiesta no se introdujo en la liturgia del Occidente hasta el siglo VII. Al final de este siglo ya estaba extendida en toda Roma y en casi todo Occidente. En un principio, al igual que en Oriente, se celebraba la Presentación de Jesús más que la Purificación de María.

El Concilio Vaticano II restaura esta fiesta a su origen primariamente Cristológico, celebrándose como la Presentación de Jesús en el Templo.

Tomado en su totalidad de: www.corazones.org

domingo, 27 de enero de 2013

¿Qué pasa entre latinoamericanos y españoles?


Siempre me ha apasionado las relaciones entre las naciones latinoamericanas. Nunca he entendido el por que no podemos formar un solo país gigantesco, rico, próspero, lleno de posibilidades y por demás diverso. ¡Seríamos una verdadera potencia mundial! Hoy, por medio del periódico El País de España, me encontré con un artículo que habla sobre lo que me apasiona y fascina, las relaciones entre gente de la misma gente. Somos como los hermanos que tenemos un pleito "casao" jajaja Es vergonzante la ignorancia de veras y el odio por culpa de ésta. ¿Por qué tienen tanto miedo a su misma gente que se dice de otro país? Es que ésto raya en lo ridículo. Cada que encuentren alguna gente que no es de su país, hablen con esa persona, investiguen, pregunten por sus tradiciones, su gastronomía y verán, que somos más cercanos entre nosotros, que un Chino lo es de un japonés. A mi, me gusta siempre comenzar a platicar con lo que comemos, algún platillo que sea multicultural entre nosotros. Por ejemplo, el puchero o caldo de res y la ropa vieja. Verán las similitudes que existen y variaciones de ingredientes basados en donde se prepare dicho platillo. Yo creo que no existe un platillo que nos acerque tanto como eso. Inténtenlo la próxima vez que encuentren a otro hispano.

Les presento a continuación lo que escribió, Jaime de las Heras Gordon en Madrid:

"Leyendo ciertos comentarios sobre una noticia de estrechamiento de lazos entre Perú y España, me dio mucha pena. Existe tanta desinformación y odio entre los países de habla hispana, que me avergüenzo solo de pensarlo.

La mayoría de latinos dan el típico argumento de “los españoles nos robaron el oro”, y razón no les falta, pero por ello, ¿vamos a estar 500 años más tarde echándonoslo en cara? Todas las naciones colonizadoras han robado, humillado y matado a los conquistados. O, ¿es que acaso los aztecas no diezmaron a la población maya? o ¿los incas a los mapuches?

Cualquier pueblo que haya sido más rico que su vecino durante un tiempo ha intentado sacar provecho de él, es algo inherente a nuestra naturaleza. Lo que verdaderamente me entristece es que se siga recordando esto y se olvide que alrededor del 90% de los latinos tiene sangre española. A caballo de ellos, encontramos muchos españoles que sienten desprecio por los latinos, por considerarles inferiores y pertenecer “al Tercer Mundo”, pero nos olvidamos de que son ellos los que muchas veces han hecho los trabajos que ningún español quería hacer, contribuyendo a nuestro desarrollo y llegar a ser un país “del Primer Mundo”.

Somos naciones condenadas a estar unidas, a progresar y evolucionar juntas. Siempre avanzando con nuestras similitudes y diferencias pero, sobre todo, con nuestras similitudes, que son las que predominan. Por último, he de resaltar que hablamos ese gran idioma, denominado español (segundo idioma más hablado del mundo por detrás del chino), nuestro más fuerte lazo y el que según diversos estudios proporciona el 16% del PIB.— Jaime de las Heras Gordon, Madrid".


Un pensamiento sobre mi Vida en EEUU.



La vida en éste lugar poco tiene que ver con la de donde vengo, y sin embargo. Aquí encuentro el refugio que necesito, mi alma encuentra el reposo, al menos por instantes. Porque no cabe lugar para pensar en lo mío, ahora siento que cada día que pasa me encuentro más cerca de lo que en realidad soy, de lo que en realidad somos, seres condenados a esquivarnos sobre acantilados junto al mar, lejos, olvidados.

domingo, 20 de enero de 2013

Los Siete Pecados Capitales... ¡Nunca pasan de moda ni de época!

Las ilustraciones son frescos de Giotto di Bondone pintados en la Capilla de los Scrovegni o la Capilla de la Arena, en Padova, Italia.








En contraste con nuestra época, la ética medieval poseía claras delimitaciones. De esta manera el hombre medieval cuenta con una suerte de código de conducta que le señala claramente como debe ser su actuar. Esta codificación tiene su base, por un lado, en las llamadas “Virtudes Cardinales”, verdaderas llaves maestras que posibilitan el ejercicio de una conducta conforme con lo que es éticamente correcto. Por otro lado, los “Pecados Capitales” (denominados así por ser “cabeza” o principio de todos los demás pecados) muestran claramente la cuna de todo lo moralmente reprobable. 


Esta codificación moral, que si bien fue formulada en el medievo tiene una sorprendente actualidad, está cruzada transversalmente por una problemática ética fundamental: la posibilidad de acoger hospitalariamente al “otro”, al prójimo (el que está próximo) como una persona válida por sí misma. Dicho de otra manera el entender a los seres humanos que están frente a mí, cualquiera sea su condición, como un “interlocutor válido”, como un fin en sí mismo. Como veremos más adelante, lo que verdaderamente constituye el mal moral es entender al “otro” como un “medio”, como un objeto que puede ser utilizado para el propio beneficio, en conformidad al principio del “amor a sí mismo”.

Veamos a continuación una síntesis de la definición de cada uno de estos conceptos, nos hemos basado en un antiguo pero esclarecedor “diccionario de teología” (se han alterado la redacción, la extensión y la ortografía castellana antigua en función de la comprensión, así mismo se han traducido algunas citas que en el texto original aparecen en latín).

Pecados Capitales

1. La Soberbia.


 Es el principal de los pecados capitales. Es la cabeza de “todos” los restantes pecados. Recordemos que por esta falta, según la teología cristiana, el hombre fue expulsado del jardín del paraíso. Es una ofensa directa contra Dios, en cuanto el pecador cree tener más poder y autoridad que Dios. En general es definida como “amor desordenado de sí mismo”. Según Santo Tomás la soberbia es “un apetito desordenado de la propia excelencia”. Se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Se trata de renunciar a Dios en cuanto es Verdad y sentido conductor de la existencia e instalarse a sí mismo como Verdad suprema e infalible y como fundamento de la acción humana. De la misma manera, y guardando las distancias, se aplica al respeto y a la consideración que los subordinados le deben a las autoridades legítimamente constituidas. De la soberbia se desprenden las siguientes faltas menores:

· La vanagloria: es la complacencia que uno siente de sí mismo a causa de las ventajas que uno tiene y se jacta de poseer por sobre los demás. Así mismo, consiste en la elaborada ostentación de todo lo que pueda conquistarnos el aprecio y la consideración de los demás.

· La Jactancia: falta de los que se esmeran en alabarse a sí mismos para hacer valer vistosamente su superioridad y sus buenas obras. Sin embargo, no es pecado cuando tiene por fin desacreditar una calumnia o teniendo en miras la educación de los otros.

· El Fausto: consiste en querer elevarse por sobre los demás en dignidad exagerando, para ello, el lujo en los vestidos y en los bienes personales; llegando más allá de lo que permiten sus posibilidades económicas.

· La altanería: Se manifiesta por el modo imperioso con el que se trata al prójimo, hablándole con orgullo, con terquedad, con tono despreciativo y mirándolo con aire desdeñoso.

· La ambición: Deseo desordenado de elevarse en honores y dignidades como cargos o título, sólo considerando los beneficios que les son anexos, como la fama y el reconocimiento

· La hipocresía: simulación de la virtud y la honradez con el fin de ocultar los vicios propios o aparentar virtudes que no se tienen.

· La presunción: consiste en confiar demasiado en sí mismo, en sus propias luces, en persuadirse a uno mismo que es capaz de efectuar mejor que cualquier otro ciertas funciones, ciertos empleos que sobrepasan sus fuerzas o sus capacidades. Esta falta es muy común porque son rarísimos los que no se dejan engañar por su amor propio, los que se esfuerzan en conocerse a sí mismos para formar un recto juicio sobre sus capacidades y aptitudes.

· La desobediencia: es la infracción del precepto del superior. Es pecado mortal cuando esta infracción nace del formal desprecio del superior, pues tal desprecio es injurioso al mismo Dios. Pero cuando la violación del precepto no nace del desprecio sino de otra causa y considerando la materia y las circunstancias del caso, puede ser considerada una falta menor.

· La pertinacia: consiste en mantenerse adherido al propio juicio, no obstante el conocimiento de la verdad o mayor probabilidad de las observaciones de los que no piensan como el sujeto en cuestión.

El remedio radical contra la soberbia es la humildad. Según el cristianismo, “Dios abate a los soberbios y eleva a los humildes (Luc. 14)

2. La Acidia (Pereza).


Es el más “metafísico” de los Pecados Capitales en cuanto está referido a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal. Es también el que más problemas causa en su denominación. La simple “pereza”, más aún el “ocio”, no parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de “acidia” o “acedía”. Tomado en sentido propio es una “tristeza de animo” que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por ellas, es pecado capital.

Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos.

Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda pecado mortal.

Son efectos de la pereza:

· La repugnancia y la aversión al bien que hace que este se omita o se practique con notable defecto.

· La inconsistencia en el bien, la continua inquietud e irresolución del carácter que varía, a menudo, de deseos y propósitos, que tan pronto decide una cosa como desiste de ella, sin ejecutar nada.

· Una cierta pusilanimidad y cobardía por la cual el espíritu abatido no se atreve a poner manos a la obra y se abandona a la inacción.

· La desesperación de considerar que la salvación es imposible, de tal manera que lejos de pensar el hombre en los medios de conseguirla se entrega sin freno alguno a sus propias pasiones.

· La ociosidad, la fuga de todo trabajo, el amor a las comodidades y a los placeres.

· La curiosidad o desordenado prurito de saber, ver, oír, que constituye la actividad casi exclusiva del perezoso.

En el fondo, la acidia se identifica con el “aburrimiento”. Pero no con ese aburrimiento objetivo que nos hace escapar de una cosa, de una situación o de una persona en particular. Más bien se refiere al “aburrimiento” que sentimos frente a la existencia toda, frente al hecho de existir y de todo lo que esto implica. La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil. Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos aquello que debemos “hacer” en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que me causa “horror”; se transforma en un vacío que me angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta. De hecho ‘aburrimiento’ significa originariamente “ab horreo” (horror al vacío). Decíamos que la acidia es el más metafísico de los pecados capitales porque implica no asumir los costos de la existencia, de escapar constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe.

3. La Lujuria.


Tradicionalmente se ha entendido la lujuria como “appetitus inorditatus delectationis venerae” es decir, como un apetito desordenado de los placeres eróticos. La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un “pecado mortal” pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales.

Hay en este pecado dos grandes principios en juego: el verdadero concepto del amor y la finalidad de la sexualidad. El cristianismo –y gran parte de la tradición clásica especialmente la griega–, entienden por “amor” algo muy distinto de lo que el mundo contemporáneo comprende. El concepto de amor tiene una importancia central en el cristianismo. De hecho Dios mismo es identificado con el amor. Para el cristiano el amor es “superabundancia”, capacidad de dar y de darse, “caritas”, en definitiva: caridad, una de las tres Virtudes Teologales. De esta manera el amor implica un donarse, un darse por el otro, por el prójimo. Recordemos la segunda parte del único mandamiento que anuncia el Nuevo Testamento: “...amar al prójimo como a sí mismo”. El amor cristiano, y también el griego, está, de esta forma, desligado en su origen de cualquier tipo de sexualidad, incluso de la corporeidad. Lo erótico es una consecuencia, un plustotalmente prescindible. La casi sinonimia entre amor y sexo es producto de la modernidad. El “hacer el amor” como sinónimo de “relación sexual” es el mejor ejemplo de lo anterior. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos. El otro pasa a ser un objeto una cosa que satisface la más fuerte de las satisfacciones corporales, el placer sexual. Aun más, el sujeto mismo que incurre en un acto lujurioso se convierte a sí en un objeto, que olvida o suspende su propia dignidad. Por otro lado, para el pensamiento cristiano la sexualidad tiene una finalidad preestablecida, única y clara. La reproducción y la perpetuación de la especie. Esta clara finalidad da también sentido a la existencia del hombre ordenado su acción en vista del amor de Dios. La lujuria, en cambio, que no tiene en vistas la finalidad de la reproducción y que por esto pierde todo sentido, se convierte en una acción vacía, sin sentido, que de alguna manera nidifica al hombre y lo aleja del Ser de Dios.

4. La Avaricia.


La teología cristiana explica el pecado de la avaricia como “amor desordenado de las riquezas”, es desordenado, continua, “porque lícito es amar y desear las riquezas con fin honesto en el orden de la justicia y de la caridad, como por ejemplo, si se las desea para cooperar más eficazmente con al gloria de Dios, para socorrer al prójimo etc. El crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.”

“La avaricia, por consiguiente, es pecado mortal siempre que el ávaro ame de tal modo las riquezas y pegue su corazón a ellas que está dispuesto a ofender gravemente a Dios o a violar la justicia y la caridad debida al prójimo, o a sí mismo.”

En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por una lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. Lo que importa al cristianismo es que el prójimo reciba, en justicia, la caridad que todos le debemos al menesteroso. La avaricia es directamente contraria a la caridad en cuanto es un “no dar”, más aun en privar a otros de sus bienes para tener más que retener. 

Por otro lado, el privar al otro de sus bienes, muchas veces con malas artes, y retener estos bienes en perjuicio del otro, es también negar al otro en su calidad de persona, de fin en sí. Se lo utiliza para satisfacer, mediante la acumulación de riquezas, el principio del amor a sí mismo.

Son “hijos” o faltas menores de la avaricia: el fraude, el dolo, el perjurio, el robo y el hurto, la tacañería, la usura, etc.

5. La Gula.


Como “uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida” es definido este pecado. La definición teológica se complementa con que “el placer o deleite que acompaña al uso de los alimentos, nada tiene de malo; al contrario, en el efecto de una providencia especial de Dios para que el hombre cumpliese más fácilmente con el deber de su propia conservación. Prohibido es, empero, comer y beber hasta saciarse por ese solo deleite que se experimenta”. De esta manera, la religiosidad latina especifica estas faltas en: proepropere: comer antes de tiempo o cuando se debe abstener de comer, por ejemplo en los días de ayuno señalados por la Iglesi; laute: cuando se comen manjares que superan las posibilidades económicas de la persona; nimis cuando se bebe o se come en perjuicio de la salud de la persona; ardenter: cuando se como con extrema voracidad o avidez a manera de las bestias. La gula se transforma en pecado en los siguientes casos:

· Cuando por el solo placer de comer se llega al hurto o se reduce a la familia a la mendicidad.

· Cuando el deleite en el comer se reduce a un fin único y preponderante en la vida.

· Cuando es causa de graves pecados como la lujuria y la blasfemia.

· Cuando trasgrede los preceptos de la Iglesia en los días de ayuno y de abstinencia de ciertos alimentos.

· Cuando se provoca voluntariamente el vómito para continuar el deleite de la comida.

· Cuando se auto infiere grabe daño a la salud o sufrimiento a si mismo y a los que lo rodean.

Además de lo dicho por la teología tradicional, la gula tiene un aspecto que no debemos dejar de considerar. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera el “glotón” se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro.

6. La Ira.


“Appetitus inordinatus vindictae” es decir, un “apetito desordenado de venganza”. “Que se excita –continua la definición latina– en nosotros por alguna ofensa real o supuesta. Requiérase, por consiguiente, para que la ira sea pecado, que el apetito de venganza sea desordenado, es decir, contrario a la razón. Si no entraña este desorden no será imputado como pecado”. De esto ultimo se desprende que habría una ira “buena y laudable” si no excede los límites de una prudente moderación y tiene como fin suprimir el mal y restablecer un bien. “El apetito de venganza es desordenado o contrario a la razón, y por consiguiente la ira es pecado, cuando se desea el castigo al que no lo merece, o si se le desea mayor al merecido, o que se le infrinja sin observar el orden legítimo, o sin proponerse el fin debido que es la conservación de la justicia y la corrección del culpable. Hay también pecado en la aplicación de la venganza, aunque esta sea legítima, cuando uno se deja dominar por ciertos movimientos inmoderados de la pasión. De esta manera la ira se convierte en pecado gravísimo porque vulnera la caridad y la justicia. Son hijos de la Ira: el maquiavelismo, el clamor, la indignación, la contumacia, la blasfemia y la riña”.

De la definición anterior se desprende que la ira es el uso de una fuerza directa o verbal que transgrede los límites de la legitima restitución de un bien ofendido. La violencia, entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del otro. En el asesinato, por ejemplo, que no corresponde a la legítima defensa, se pretende evidentemente la nadificación del otro. En el leguaje, mediante la ofensa o el improperio, encontramos también el deseo de perjuicio e incluso de nulidad del otro.

Es importante hacer notar que el uso de la fuerza en contra del prójimo no siempre es un mal moral. Debe ser entendida como un mal menor si el fin por el cual se realiza no es sólo la anulación del otro sino que persigue fines legítimos como la conservación de la vida propia o de terceros. Tal es el caso de la “guerra legítima” que procura evita la propia muerte o la privación de la legítima libertad a mano de un invasor, la legítima defensa. El uso de la fuerza se justifica también cuando se procura, con esto, el bien del otro, evitando de esta manera un daño mayor que el dolor que se infringe.

La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo.

7. La Envidia.


La envidia es definida como “Desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria: tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae” De esta manera, para saber si la envidia es una falta moral, es necesario investigar el verdadero motivo que produce la tristeza que se siente frente al bien que posee el prójimo. De esta manera la envidia no es pecado cuando

· Nos entristecemos por el cargo, potestad o bienes materiales alcanzado por quien no los merece y podría hacer mal uso de esa autoridad causando grave daño a sus semejantes.

· sentimos insatisfacción por los bienes que posee quien no los merece y en vista de que nosotros le daríamos mejor fin. Por ejemplo, el que abunda en riquezas haciendo mal uso de ellas: los avaros que no hacen uso de sus bienes ni para beneficio propio ni para el de los demás.

· otras veces, nos entristecemos, no tanto de lo que el otro posee como del hecho de que nosotros carecemos de ese bien, si esta constatación nos muestra el tiempo y las oportunidades perdidas y alienta nuestro propio sentido de superación.

La envidia es falta gravísima, cuando nos incomoda y angustia a tal grado el bien o los bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que legítimamente a conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir. De esta manera, este deseo de ver privado al otro de sus bienes nos puede conducir a procurar, por todos los medios, a efectivamente quitarle esos bienes o de hacer ver, con el uso del chismorreo, que aquel no debería poseer lo que posee. La mentira, la traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes.



Hieronymus Bosch, detalle de El Jardín de las Delicias.

Hieronymus Bosch, Los Siete Pecados Capitales.

Tomado de la Revista de Filosofia de: Fernando Mauricio González U.