jueves, 18 de marzo de 2010

San José


Recuerdo cuando vivimos en el rancho de niños, en La Loma Pelada o El Gorupo, muy cerca de La Capilla. En esos entonces, celebraban el día del santo de José mi hermano. Siempre ocurría que mataban un gallo o pitú y lo preparaban mi madre y mi abuela paterna como "pollo al huerto". Es un platillo con caldillo de jitomate, cebolla, especias y perón. Deliciosa receta de la casa de mi abuela materna Antonia Ramos. Coché Coché era el nieto preferido de mi abuela paterna, Antonia Cuevas. (Mis dos abuelas se llamaban Antonia) Por eso le festejavan me imagino. A él lo conocemos en casa como José aunque en la actualidad su familia de él le dicen Ángel. Se oye tan raro para mi que le llamen así porque yo lo identifico como José y en éstas fechas me acuerdo de él por el Santoral de San José.

Dichoso Patriarca San José, elegido para cumplir los oficios del padre cerca del Verbo Humanado. Grande fue tu dolor al ver nacido a Jesús en tan extrema pobreza, pero este dolor se cambió en gozo celestial al oír los cantos de los ángeles y contemplar el resplandor de aquella luminosa noche. Por este dolor y gozo, te suplicamos nos alcances la gracia de que, despues de haber seguido nuestro camino en la tierra, podamos oír las alabanzas angélicas y gozar de la vista de la gloria celestial. Por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.

Nuestro Señor San José fue el patrono de la Nueva España y ahora de México. Es él el gran patrono de América, China, Canadá, Corea, Austria, Bélgica, Bohemia, Croacia, Perú y Vietnam. Esposo de la Virgen María, padre putativo de Nuestro Señor Jesucristo. Patrono de la familia, de la Iglesia Universal y es el patrono del trabajo, de los obreros y de los carpinteros.

Las fuentes biográficas que se refieren a San José son, exclusivamente, los pocos pasajes de los Evangelios de Mateo y de Lucas. Los evangelios apócrifos no nos sirven, porque no son sino leyendas. “José, hijo de David”, así lo llama el ángel. El hecho sobresaliente de la vida de este hombre “justo” es el matrimonio con María. La tradición popular imagina a San José en competencia con otros jóvenes aspirantes a la mano de María. La elección cayó sobre él porque, siempre según la tradición, el bastón que tenía floreció prodigiosamente de azucenas mientras el de los otros quedó seco. La simpática leyenda tiene un significado místico: del tronco ya seco del Antiguo Testamento refloreció la gracia ante el nuevo sol de la redención.

El matrimonio de José con María fue un verdadero matrimonio, aunque virginal. Poco después del compromiso, José se percató de la maternidad de María y, aunque no dudaba de su integridad, pensó “repudiarla en secreto”.
Siendo “hombre justo”, añade el Evangelio -el adjetivo usado en esta dramática situación es como el relámpago deslumbrador que ilumina toda la figura del santo-, no quiso admitir sospechas, pero tampoco avalar con su presencia un hecho inexplicable. La palabra del ángel aclara el angustioso dilema. Así él “tomó consigo a su esposa” y con ella fue a Belén para el censo, y allí el Verbo eterno apareció en este mundo, acogido por el homenaje de los humildes pastores y de los sabios y ricos magos; pero también por la hostilidad de Herodes, que obligó a la Sagrada Familia a huir a Egipto. Después regresaron a la tranquilidad de Nazaret, hasta los doce años, cuando hubo el paréntesis de la pérdida y hallazgo de Jesús en el templo.

Después de este episodio, el Evangelio parece despedirse de San José con una sugestiva imagen de la Sagrada Familia: Jesús obedecía a María y a José y crecía bajo su mirada “en sabiduría, en estatura y en gracia”. San José vivió en humildad el extraordinario privilegio de ser el padre putativo de Jesús, y probablemente murió antes del comienzo de la vida pública del Redentor.

Su imagen permaneció en la sombra aun después de la muerte. Su culto, en efecto, comenzó sólo durante el siglo IX. En 1621 Gregorio V declaró el 19 de marzo fiesta de precepto (celebración que se mantuvo hasta la reforma litúrgica del Vaticano II) y Pío IX proclamó a san José Patrono de la Iglesia universal. El último homenaje se lo tributó Juan XXIII, que introdujo su nombre en el canon de la misa.

(Autor: P. Ángel Amo)

No hay comentarios: