Otro día de campo
Al día siguiente de haber llegado mi tío Jesús de visita, nos hemos ido de campamento en pos de rebozuelos. Nos levamtamos muy temprano pues el camino es algo largo. Entrando al húmedo y frío bosque, vimos muchas otras especies de hongos. Algunos conocidos y otros que sabrá Dios como se llamarán. Hemos vuelto al lugar que es todo un secreto y del que hemos recolectado hasta treinta kilos de revosuelos en una temporada, me preguntarán que para que quiero tanto hongo. Bueno, es muy fácil y ambicioso el verlos y cortarlos para después, regalarlos a las amistades y degustarlos poco a poco. Es tarea minuciosa el limpiarlos. Una vez en casa, no se deben de lavar porque los hongos son como unas esponjas y absorberán mucha agua. Es mejor limpiarlos con una brocha de cerdas naturales y luego partirlos en pedazos no muy grandes para luego, sancocharlos con aceite de oliva o con mantequilla. Una vez que se les haya evaporado todo el líquido, es hora de dejarlos enfriar para luego ponerlos en una bolsa de plástico especial para congelar. De esa forma, se tendrán por larga temporada y listos para usarlos en cualquier guiso.
Al regresar del bosque, nos hemos tomado una garnacha. No se debe beber bebidas alcoholicas y conducir. Se los advierto. Por eso pasan tantos accidentes automovilísticos. Predico pero no cumplo, por eso pido perdón.
Regresamos a casa, contentos de haber podido admirar y respirar la frescura del bosque, de haber tenido éxito en la recolección de rebosuelos y de dar gracias a Dios porque existe tan maravilloso planeta.
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