Cristo tameme, cargador de oficio,
cargas a Dios y cargas la criatura
doble peso te dobla la cintura
y se derrumba todo el edificio.
Por levantarte voy a tu servicio,
por sopesar, si puedo, tu escultura,
seguro de la fuerza de su hechura,
dudoso de mi débil ejercicio.
Pero al sentir a Cristo tan liviano,
le pregunté dónde dejó los huesos
y descargó la carga del pecado,
Como al surco, me dijo, me han clavado
con cañas y con flores y con besos,
y así no pesa el Cristo mexicano.
Joaquín Antonio Peñanosa.
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