martes, 1 de diciembre de 2009

A la vanidad ... de Narciso



Siempre me ha sorprendido la vanidad en las personas. Creo también que en el mundo animal, los machos son por lo general y natural solitarios, elusivos y vanidosos hasta cierto punto. No se diga si la gente se creen que son guapos y no lo son. ¡Uff! Chocan de vanidad.

La mitología griega nos ofrece infinidad de historias llenas de mitos, dioses que tienen comportamientos humanos y fantásticos, monstruos sobrenaturales, héroes que hasta la fecha, nos causan sorpresa leer por su cargada imaginación mitológica griega. Recuerdo cuando era niño, que de eso hace ya mucho tiempo, ja, haber leído la leyenda de La Meduza. Me parecía horroroso el encontrarse a una bellísima mujer con pelo de serpientes que con el solo hecho de verla, convertía a los humanos en estatuas de piedra.

La mitología de los aztecas es también fascinante. Recuerdo haber leído algunas de dioses fantásticon y pasajes llenos de imagnación y enseñanzas. En éste caso, les presento la leyenda del vanidoso Narciso y Eco. Sobre la presunción y sobre todo, la vanidad en las personas.

Eco y Narciso.

Narciso era un joven de extraordinaria belleza e irresistible gallardía. Era el hijo del río Cefiso y de la ninfa Liríope. Era tan guapo y poseía una belleza tan embaucadora que enamoraba perdidamente a todo aquel que tuviese la mala fortuna de contemplar su bellísimo rostro. Desafortunadamente su arrogancia y su soberbia le hacían despreciar a todas y a cada una de las doncellas que caían rendidas por su belleza a sus pies. Hacía continuamente caso omiso a las insinuaciones y declaraciones de amor que le profesaban las doncellas. Un buen día Narciso se encontraba tumbado en un prado, abandonado plácidamente en los brazos de Morfeo, soñando con toda seguridad consigo mismo. Apareció paseando por allí una ninfa llamada Eco, que tras contemplarlo gentilmente dormido, quedó prendada enseguida de su hermosura. Perdidamente enamorada y viendo que Narciso se había despertado y se disponía a alejarse de aquel lugar, intentó salir de detrás de un árbol pero, al pisar una rama seca que había en el suelo, produjo un sonido que alertó a Narciso.

- ¿Quién anda por ahí?

- ¿Ahí? Le contestó Eco.

- ¿Quién eres? ¿Por qué no vienes?

- ¿Vienes? Le preguntó Eco.

- ¿Dónde estás? No puedo verte

- Puedo verte, repitió Eco.

- Ya estoy harto, me voy.

- ¿Me voy? dijo Eco, queriendo decir todo lo contrario.

Ella lo siguió sigilosamente pero él no quiso saber nada de un ninfa que tenía una conversación tan tonta y se alejó rápidamente de ella. Eco anduvo sin rumbo hasta un acantilado donde fue marchitándose de amor y humillación hasta que sólo perduró su voz, aun muerta se le oye a Eco en lugares parecidos y repita las últimas palabras que oye. Eco había sido víctima de una maldición impuesta por la diosa Hera que la condenaba a repetir siempre la última palabra pero nunca la primera. A causa de la ayuda que Eco prestó a sus espaldas a las amantes de Zéus.

Al enterarse de la muerte de Eco, sus hermanas pidieron ayuda a Némesis, hija de la noche y diosa de la venganza. Ésta accedió y para vengar a Eco y al resto de las mujeres que decaían por culpa de Narciso. Lo condenó impulsándolo a beber de una fuente cristalina donde pudiera verse reflejado. Cuando Narciso vió su rostro tan bello, quedó extasiado de si mismo e intentó atrapar aquella belleza con la mano pero, cuando tocaba el agua, la imagen desparecía. Por fin, Narciso sufría la amargura y el tormento del amor no correspondido.

Así pasaron los días, se olvidó de comer y de beber absorto en la imagen perfecta y esperando ser correspondido por su propio reflejo. Poco a poco sus piernas se convirtieron en raíces, su cuerpo en tallo, sus brazos en hojas y su hermosísima cabeza en una maravillosa flor que desde esos entonces lleva su nombre, Narciso.

Narciso murió víctima de su propia vanidad y arrogancia por un amor no correspondido y así Eco fue finalmente vengada. Cuando Narciso murió, vinieron las Oréidas y vieron el lago transformado de un lago de agua dulce, en un cántaro de lágrimas saladas.

- ¿Por qué lloráis? - preguntaron las Oréidas.

- Lloro por Narciso - respondió el lago.

- ¿Quién sino tu podrías saberlo? - respondieron sorprendidas las Oréidas - Después de todo, era sobre tu orilla donde él se inclinaba todos los días. El lago se quedó inmóvil unos instantes. Finalmente dijo:
- Lloro por Narciso, pero nunca me había dado cuenta de que Narciso fuese bello. Lloro por Narciso porque cada vez que él se recostaba sobre mi orilla, yo podía ver en el fondo de sus ojos, mi propia belleza reflejada.



La leyenda de Narciso ha dado origen a la expresión "narcisismo" que se refiere a aquellos hombres y mujeres que estan llenos de vanidad a si mismos. Algo así como una enfermedad de comportamiento mundial y llena de falta de altruísmo y civismo, un comportamiento egoísta no solo de humanos sino de países también. Recordemos el final de Narciso en la mitología. Por ello fué creada, para con un simple ejemplo, enseñarnos que debemos ser humildes de corazón aunque a mi me cuesta trabajo serlo.

1 comentario:

Fernando Romero dijo...

muy buen articulo no conocia el cuento, entendia vagamente el concepto de narcicismo, pero, me gusto la forma en que lo compartes; el narcicismo y la autoestima estan creo en la misma linea en lados opuestos ..........
saludos