DIA SEXTO.
LECCION.
"El tercer misterio que nos recuerda la Santa Iglesia
el día 2 de Febrero, es el encuentro del anciano Simeón
y de a profetisa Ana con Jesús y sus padres en el Templo.
María había consumado su sacrificio, pues que había
dicho á Dios: os ofrezco mi Hijo, el que es también Hijo
vuestro. Al ir á bajar las gradas del templo para empren-
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1. Id. V. 24.
2. 2 Cor. II 15.
3. I Cor. III 22 y 23.
15
der otra vez el camino de Nazaret, le sale al encuentro
un anciano, Simeón el Justo que esperaba y deseaba ar-
dientemente la venida del Redentor de Israel y Ea quien
Dios había prometido no sacrle del mundo sin haberle
mostrado al Deseado de las naciones. Simeón tomó en
sus brazos al divino Niño, le bendijo, y devolviéndolo en
seguida á su Madre, entonó este hermoso cántico: Ahora,
Señor, puedes despedir á tu siervo. Moriré en paz,
según tu palabra, porque mis ojos han visto t Salva-
dor, el Salvador que has preparado ante la faz de to-
dos los pueblos para que sea su lumbre y la gloria de
tu pueblo Israel."
"Dinos ¡oh María! ¿Cuáles fueron los sentimientos de
tu corazón maternal al oir las bendiciones y las magneifi-
cas profesías del santo anciano? Tierna madre, tus ale-
grías serán muy poco duraderas Simeón prosigue de es-
ta suerte: Este Niño ha venido para salvación y para
ruina de muchos de Israel; y para señal Aa la que se
hará contradicción, Y una espada de dolor traspa-
sará ¡oh María! tu alma, para que sean descubiertos
los pensamientos de muchos corazones. (I)
La santidad y grandeza del Salvador, sus humillacio-
nes en el Huerto de los Olivos, en Jerusalen, en la vía
dolorosa y en el calvario; he aquí los puntos de vista que
han quedado profundamente impresos en el inocente
Corazón de María. Que esta santa Madre imprima en
nuestras almas la bondad de nuestro divino Salvador y
sus humillaciones, para que siendo compañeros de su pa-
sión, lo seamos también en su gloria.
Las Ave Marías como el día primero.
Oración para el dia sexto.
Fué grande vuesto gozo¡oh María! al oir las alaban-
zas que el Santo anciano Simeón dirigió Ea vuestro Hijo
bendito; pero ¿cuál fué vuestro sentimiento al oir de bo-
ca del mismo anciano, que una espada de dolor traspa-
saría vuestra alma dulcísima? La pasión y la muerte de
vuestro santísimo Hijo, ha venido a amargar los días
más felices de vuestra vida. Nosotros, por tanto, desea-
mos desde ahora estar con Vos junto á la cruz, y aso-
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I. Cateco. de Perseva.
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ciarnos á vuestro llanto. Grabad en nosotros la muerte
de Jesús y sus preciosas llagas, para que arrepentidos de
nuestros pecados, logremos el fruto de nuestra reden-
ción y de vuestras lágrims. Amén.
Gozos y oración final.
Pues del Señor tan querida
Eres ¡oh Virgen María
Sé nuestro amparo en la vida,
Y en la muerte nuestra guía!
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De tus glorias olvidada
Y de tu gracia valiosa,
Al templo vas, presurosa,
Para ser purificada,
Y te presentas rendida
Ante el Hacedor del día.
Sé nuestro amparo......
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Tu concepto fué divino,
Tu parto fué inmaculado,
Pues ser Madre del increado
Fué tu altísimo destino.
A Dios tu alma tan unida,
¿Cómo inmunda ser podía?
Sé nuestro amparo......
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Toda pura y sin borrón
Al presentarte en el templo,
Con humildad sin ejemplo
Haces nuestra tu expiación.
Muestra cual flor escondida,
Tu fragancia y gallardía.
Sé nuestro amparo......
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Pobre dón has presentado
En dos palomas sin fausto,
Una para el holocausto,
La otra por el pecado.
Así la ley fué cumplida,
Aunque no te concernía.
Sé nuestro amparo......
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En tus brazos, al Dios niño
Con afecto puro y tierno
Presentas al Ser Eterno
Como un don de tu cariño,
Y remedias, condolida,
Los males del que gemía.
Sé nuestro amparo......
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Y Dios aceptó, propicio,
Esta víctima inocente,
Para que fuera, clemente,
Propiación por el vicio.
La salud nos fue obtenida
Por su grán soberanía.
Sé nuestro amparo......
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Eres la pequeña fuente
Que en un rio se convirtió
Y que en luz se transformó
Y aun en sol resplandeciente.
Por tu humildad tan crecida,
Fuiste Reina exelsa y pía,
Sé nuestro amparo......
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Ana y Simeón conmovídos.
De Jesús á la presencia,
Con profunda reverencia
A Dios alaban rendidos.
Así terminan su vida
Con un cantar de alegría.
Sé nuestro amparo......
_______
Nuestra manchada conciencia
Purifica, tierna Madre.
Y preséntanos al padre,
Movidos á penitencia.
Sea tu nombre nuestra egida,
Nuestra dulce melodía.
Sé nuestro amparo......
_______
Pues del Señor tan querida
Eres ¡oh virgen María!
Sé nuestro amparo en la vida
Y en la muerte nuestra guía.
Oración Final
¡Oh María! Vos sois la Madre de Dios y por la mismo
nada resiste á vuestro poder, nada se opone á vuestra for-
taleza: á vuestra voz todo se rinde, á vuestro imerio to-
do obedece. todo sirve á vuestra potestad (I). Conce-
dednos, por tanto que para contrarestar al infierno que
en este siglo vomita maldiciones contra Vos y contra
vuestro corazón se parte de dolor, al ver ultrajada vues-
tra bondad y maldecido vuestro honor. Quisiéramos
destruir estos agravios, aun á costa de nuestra vida; más
ya que no merecemos gracia tan insigne, quere-
mos, al menos, bendeciros ahora y en todos los instan-
tes de nuestra vida: queremos amar y bendecir á
nuestro divino Salvador. Purificad nuestra concien-
cia por la aplicacieon de los méritos de Jesús, y dadnos que
todas las acciones de nuestra vida sean conformes á la
ley de nuestro santísimo Hijo. Amén.
LAUS DEO.
( I ) S. Greg.j Nicom. Or. Oblat. Deip.
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